Hablar de innovación educativa, supone, en primer lugar, la necesidad de establecer con claridad los diversos significados que se dan al término y su relación con conceptos como el de cambio y el mejora que, en muchas ocasiones se utilizan como sinónimos, pero que no son tales, aunque su significado pueda estar estrechamente vinculado con la innovación.
Algunas veces, el término innovación es utilizado para designar una mejora con relación a métodos, materiales, formas de trabajo, etc., utilizados con anterioridad, pero la mejora por sí sola puede, o no, ser innovación; por ejemplo, un método puede mejorar porque se aplica con más conocimiento de causa o con más experiencia, y en este caso no hay una innovación, mientras que si el método mejora por la introducción de elementos nuevos, la mejoría puede ser asociada entonces a una innovación.
En todo caso, innovación significa la introducción de algo nuevo que produce mejora, el hecho de pasar de lo que se tenía antes, a un estado de mejoría, supone la presencia de un cambio. En un sentido estricto, lo nuevo es asociado a lo que nunca antes había sido inventado, conocido o realizado, que se genera, se instituye o se presenta por primera vez; utilizando este significado de lo nuevo, las innovaciones serían realmente escasas o raras, no es común que surja algo nuevo en el sentido antes mencionado.
Rodríguez (2008), afirma que los “maestros son por definición los protagonistas principales del cambio educativo; sin su compromiso este acontecimiento no es posible. Los educadores están detrás de los principales factores que lo dinamizan. Son los actores y propulsores de prácticas pedagógicas innovadoras, mediante el debatir de experiencias y reflexiones, son quienes en última instancia propician la aparición de nuevas teorías el descubrimiento de modelos y métodos, en fin su aporte han incidido en la concepción de nuevas políticas y reformas educativas.